No puedo evitar observarla con terror. Aunque la admiraba a través de la pantalla del ordenador, podía sentir un aura de muerte alrededor de la madera. No podía evitar imaginarla en pleno funcionamiento.
Sin esas abrazaderas, sería una si,la normal y corriente, como las que podría tener cualquier persona en su casa. Pero le diferenciaban aquellas abrazaderas y esa especie de sombrero que salía del respaldo.
Debe de ser una pesadilla para el condenado el ser sentado ahí, previo afeitado de la cabeza, atado a los brazos y a las patas y el que le coloquen ese "sombrero" y el electrodo de la pierna. Debe de ser una agonía el esperar a que el verdugo accione el sistema y rezar para que Dios, Alá, Jehová, Buda, Odín o lo que sea se le lleve al más allá sin sufrir el dolor del achicharramiento.
No puedo evitar preguntarme: "¿Cuántos hombres has matado, Old Sparky?"